La vida sigue siendo un viaje fragmentado. Necesitamos entender que en casa tramo hay algo para incorporar.

Dios llevó a Abraham por tres crisis. Una Crisis de Fe, Una crisis de Esperanza y una crisis de Amor.

Crisis de Fe

de Abraham al entregar a su hijo Isaac. “La fe significa querer a Dios y ya no querer nada más”.  “Cuando la fe comienza encogerse y me siento avanzado espiritualmente el Abba Padre ya es un sombrero viejo, Jesús termina siendo domesticado y el fuego del pentecostés ya se ha apagado” Brennan Manning.

Cuando la fe se vuelve rutina el primer viaje se torna tedioso. La fe es viva y desafiante como lo fue para Abraham subir el Moriah con su hijo Isaac llevando su propia leña.

Si lo que vivo no está desafiando mi fe mejor desempaco mis maletas del primer viaje y construyo mi antiguo castillo hasta morirme de inercia. En el hospital mi crisis de fe fue desafiada al punto de solo querer tenerlo a él y nada más.

Crisis De Esperanza

La esperanza me sostiene, pero cuando la Fe es desafiada inmediatamente muchas cosas parecen debilitar la esperanza.

Una cosa es esperanza y otra son las expectativas.  Tenemos muchas expectativas que se confunden con esperanza.

El próximo llamado es un llamado a un paso nuevo y más radical hacia la esperanza.

En Abraham la esperanza resplandeció cuando sus expectativas se murieron y un carnero estaba enredado muy cerca del altar.

Crisis De Amor

Abraham y su crisis entre el amor a Dios o el amor a su hijo. Jesús lo planteó de esta manera: “Si alguno ama más a padre y madre que a mí, no es digno de mi”.

 »¡Escucha, Israel! El Señor es nuestro Dios, solamente el Señor.

Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.  Debes comprometerte con todo tu ser a cumplir cada uno de estos mandatos que hoy te entrego. Repíteselos a tus hijos una y otra vez. Habla de ellos en tus conversaciones cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.  Átalos a tus manos y llévalos sobre la frente como un recordatorio.  Escríbelos en los marcos de la entrada de tu casa y sobre las puertas de la ciudad. Deuteronomio 6:4-9

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