Si hay que algo siempre he admirado de la generación de nuestros abuelos y padres es esa hermosa costumbre que tuvieron de bendecir. Recuerdo vívidamente como mi abuelita se sentaba en su mecedor cada mañana a hacer oraciones por toda la familia, bendiciendo a cada uno de sus hijos y nietos. Cuando los niños comenzaban a hablar una de las primeras cosas que les enseñaban era el saludar a los mayores diciendo:
-Bendición. Saludo que era respondido con un: -Dios te bendiga.

¿Costumbre Intranscendente?

Quizá muchos piensen que era tan solo una costumbre intrascendente; sin embargo, a la luz de las Sagradas Escrituras podemos estudiar el maravilloso significado de bendecir y la inmensa trascendencia que tiene sobre la vida de cada ser humano, sobre la tierra, sobre el hogar y en una dimensión mayor, sobre la vida de una nación.

Lamentablemente, pareciera que esas buenas costumbres heredadas de nuestros antepasados van desdibujándose en las nuevas generaciones.

Palabras tienen poder

Hoy en día son pocos los que piden la bendición, y son muchos los que se saludan entre sí pronunciando palabras procaces, haciendo uso de un lenguaje escatológico que golpea los oídos y empaña el alma. Aunque, como muchos me han dicho, es solo una costumbre y realmente no existe la intención de identificar a la persona en el verdadero concepto de la palabra. Pero, las palabras que salen de nuestras bocas tienen poder, actúan dejando huella en el cerebro de quien las escucha, produciendo pensamientos, reacciones y acciones.

Palabras pueden cambiar el cerebro

Según los psicólogos y neurocientíficos Mark Waldman y Andrew Newberg autores de interesantes libros como Las palabras pueden cambiar tu cerebro, las palabras son interpretadas por el cerebro de acuerdo a la categoría de su significado, produciendo la liberación de diferentes químicos que activan mecanismos de defensa del cerebro y nos permiten experimentar, como en el caso de la dopamina, una sensación de bienestar que se traduce en una actitud positiva hacia nuestro interlocutor. O, por el contrario, en el caso del cortisol, experimentamos stress lo cual se traduce en una actitud prejuiciosa en la comunicación.

¿Qué es bendecir?

Ahora bien, ¿qué es realmente bendecir? Por la composición de la palabra, en el más estricto significado se refiere al bien decir, al hablar de buena manera, haciendo uso de palabras que exalten características positivas. Pero, más allá, en el carácter divino de la palabra, bendecir se refiere, en primer lugar, a la declaración de bien de parte de Dios sobre sus hijos. En segundo lugar, a la invocación del favor de Dios o bendición divina de parte de una persona sobre otra. En tercer lugar, se refiere a la bendición por parte de los hombres hacia Dios, lo cual se traduce en alabanza, exaltación y gratitud por las cualidades del Altísimo. Y por último, el acto de bendecir se refiere a Dios produciendo bien sobre las posesiones del ser humano, tales como su casa, su tierra, su trabajo, y su nación. De igual manera, se refiere también al hombre invocando el favor de Dios sobre todas estas cosas.

Bendecir a alguien

Así pues, al bendecir a alguien invocamos mediante súplica vehemente, como lo expresa el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la ayuda o el favor de Dios; lo cual lleva implícito toda clase de bien puesto que Dios es el bien. Al bendecir a alguien inducimos a su corazón a comunicarse con Dios; disponemos su cerebro hacia una actitud de dar y recibir bien. Cuando bendecimos a nuestros hijos estamos pidiéndole a Dios que su mano sea sobre ellos; que la luz de Dios disipe las tinieblas a su alrededor; que su amor los abrace, que su paz los inunde; que el mal no pueda hacerles daño; que sean prosperados en toda obra de sus manos; que tengan salud y toda clase de bien en sus vidas.

Entonces, cuando te comuniques conmigo no me llames con toda esa clase de adjetivos que exaltan el mal. Cuando te comuniques conmigo, ¡bendíceme la vida!

“El Señor te bendiga, y te guarde; / El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; / El Señor alce sobre ti su rostro, y te dé paz”.

Número 6:24-26.

Rosalía Moros de Borregales

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