Un día, el viejo león se despertó y conforme se desperezaba se dijo que no recordaba haberse sentido tan bien en su vida.

El león se sentía tan lleno de vida, tan saludable y fuerte que pensó que no habría en el mundo nada que lo pudiese vencer.  Con este sentimiento de grandeza, se encaminó hacia la selva, allí se encontró con una víbora a la que paró para preguntarle.

Lo que se quiere oir

“Dime, víbora, ¿quién es el rey de la selva?” le preguntó el león.
“Tú, por supuesto”, le respondió la víbora, alejándose del león a toda marcha.

El siguiente animal que se encontró fue un cocodrilo, que estaba adormecido cerca de una charca.

El león se acercó y le preguntó, “Cocodrilo, dime ¿quién es el rey de la selva?”

“¿Por qué me lo preguntas?”, le dijo el cocodrilo, “si sabes que eres tu el rey de la selva”.

Sin palabras

Así continuó toda la mañana, a cuanto animal le preguntaba todos le respondían que el rey de la selva era él.  Pero, he aquí que de pronto, le salió al paso un elefante.

“Dime elefante”, le preguntó el león ensoberbecido, “¿sabes quién es el rey de la selva?”

Por toda respuesta, el elefante enroscó al león con su trompa levantándolo cual si fuera una pelota, lo tiraba al aire y lo volvía a recoger… hasta que lo arrojó al suelo poniendo sobre el magullado y dolorido león su inmensa pata.

“Muy bien, basta ya, lo entiendo”, atinó a farfullar el dolorido león, “pero no hay necesidad de que te enfurezcas tanto, porque no sepas la respuesta”.

Fuente: www.solidaridad.net

Cuando la soberbia reina

La fábula de hoy, si bien de corte humorístico, muestra cuán soberbios podemos llegar a ser, sin siquiera darnos cuenta de ello.  Y lo peor del caso es que, cuando enfrentamos las consecuencias de nuestra soberbia y empecinamiento, buscamos maneras de racionalizar lo que nos ocurre obviando de plano, su verdadero origen.

¡Qué contraste con el modelo que tenemos en Cristo, Quien fue humilde hasta lo sumo y nos desafía a imitarle.  La verdad es que es muy fácil relacionarnos con personas humildes—nos sentimos cómodos junto a ellas—y cuán difícil es soportar a los soberbios.  Hagámosle fácil a la gente relacionarse con nosotros.  Adelante y que el Señor les continúe bendiciendo.

Raúl Irigoyen
El Pensamiento Del Capellán